No era rabia, era miedo

No era rabia, era miedo
Marta Chimisana | 13 de octubre de 2025

Hace unos días, en una de mis sesiones, una madre me dijo: “Ya no sé qué hacer, Marta. Mi hijo está siempre enfadado. Cualquier cosa le molesta. Grita, golpea la puerta, me desafía. Yo intento mantener la calma, pero a veces me supera.”

Sus palabras traían cansancio, tristeza… y también un deseo profundo de entender.

Mientras la escuchaba, podía imaginar a ese niño de siete años con el cuerpo en tensión y desbordado.

A veces la rabia se ve grande, fuerte, casi imposible de sostener. Pero cuando la miras con cuidado, te das cuenta de que en realidad está protegiendo algo.

Le propuse a la madre que hiciéramos algo diferente.
En lugar de centrarnos en el “qué hace”, miraríamos el “para qué lo hace”.
Porque detrás de cada acción, detrás de cada emoción, hay un para qué: una intención, una necesidad que busca expresarse.

Le pedí que observara los momentos en los que aparecía el enfado: cuándo, con quién, qué había pasado justo antes.

Fue hilando esos momentos, como piezas de un puzzle que poco a poco encajan. Ella iba recordando por la mañana, antes de ir al colegio, cuando tiene que quedarse con su padre, al llegar ella del trabajo......

Paso a paso descubrió que el para qué de esa rabia era protegerse.
Proteger su sensación de control, su necesidad de seguridad, su miedo a perder lo conocido.

No era rabia. Era miedo.
Miedo a la separación, a la incertidumbre, a no saber si todo seguiría igual después.
Miedo disfrazado de “no quiero”, de “me da igual”, de portazo.

A veces los niños no pueden poner palabras a lo que sienten. Y entonces el cuerpo habla por ellos: empuja, grita, rompe.
No porque quieran hacer daño, sino porque no saben cómo pedir ayuda.

Cuando esa madre pudo verlo así, algo cambió dentro de ella.
Ya no veía a un niño desafiante, sino a un niño asustado. Y eso transformó su manera de estar.
Empezó a anticiparle los cambios, a darle tiempo para prepararse, a sostenerlo en los momentos de transición.
No necesitó más castigos ni más explicaciones. Solo presencia.

No hay fórmulas mágicas.
Acompañar a un niño en su rabia es un ejercicio profundo de empatía y paciencia.
Requiere ver más allá del comportamiento y preguntarnos para qué necesita expresarse así.

Porque muchas veces, detrás del enfado, hay un corazón que solo necesita sentirse seguro.
Y cuando lo comprendemos, el vínculo se convierte en ese lugar donde la calma es posible.

Con mucho amor,

Marta Chimisana

Asesora familiar | Asesoría familiar | Acompañamiento familiar | Crianza consciente | Emociones | presencia

¿Deseas reservar una sesión?

1

Contactar

Contacta conmigo a través de teléfono, WhatsApp o email y explícame tu caso.

2

Agendar sesión gratuita

Juntos, abordaremos tu situación familiar mediante estrategias de crianza consciente.

3

Resultados =)

En pocas sesiones verás los resultados. Conectarás con tus hijos y la felicidad familiar aumentará.

Contacta sin compromiso

¡Hablemos!

¿Deseas comentarnos tu caso?

Tanto si quieres reservar una sesión como resolver cualquier duda que te haya podido surgir, puedes ponerte en contacto conmigo a través de teléfono, WhatsApp o correo electrónico.

Suscríbete a la Newsletter para estar al tanto de todo